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Con toda seguridad la Luna es el cuerpo celeste que ha dado lugar a más mitos y leyendas en todas las culturas del mundo. Su apariencia misteriosa y su luz siempre cambiante, tienen algo de mágico y sugestivo que ha inspirado a chamanes, poetas y artistas durante milenios. En el plano físico, es bien conocida la atracción gravitacional de la Luna sobre la Tierra, que afecta a los ciclos de las mareas, al desarrollo de las plantas y a los estados anímicos de animales y personas. Algo fácilmente explicable si consideramos que la atracción lunar influye notablemente en el elemento líquido que se encuentra en un altísimo porcentaje en la naturaleza y en todos los seres vivos.
Pero para la astrología la Luna tiene un simbolismo propio que va más allá de sus efectos gravitacionales. En una carta natal la Luna simboliza la forma en que abordamos las experiencias y vivencias emocionales, así como nuestras respuestas instintivas, espontáneas y naturales ante los estímulos externos. En gran parte, nuestros hábitos, automatismos y reacciones inconscientes se relacionan con pautas interiorizadas durante la primera infancia. En esa etapa la capacidad receptiva de niño, su plasticidad e intuición son elementos básicos para su supervivencia. La percepción del mundo que le rodea pasa en gran parte a través del filtro del emplazamiento de la Luna en su carta natal y es interesante constatar cómo el signo natal de la Luna revela determinadas actitudes y vivencias especialmente visibles en los primeros siete años de vida.
La receptividad de la Luna indica una sensibilidad que cambia en función de las influencias que recibe del entorno, respondiendo con un tipo de reacción diferente según el signo en que se encuentre. Por ejemplo, una persona que tenga su Luna natal en Capricornio es muy probable que reaccione instintivamente con reserva y desconfianza, hasta sentir que tiene controlada la situación; por el contrario alguien con la Luna en Sagitario seguramente reaccionará de forma expansiva, optimista y extrovertida, incluso en circunstancias en que no sería aconsejable hacerlo. Obviamente no hay una manera de reaccionar que sea mejor o peor que otra y la cuestión estriba en ser conscientes de lo señalado por nuestra Luna, para canalizar su expresión adecuadamente.
Asociada con lo femenino y el principio materno, la Luna describe cómo nutrimos emocionalmente a los demás y cuáles son las actitudes, relaciones, o situaciones que nos nutren y proporcionan seguridad emocional. El signo en que se encuentra la Luna simboliza la imagen de madre que fue integrada cuando éramos niños y está relacionada con la manera que ejercemos nuestro maternaje en el mundo, independientemente de cual sea nuestro género. Dicho maternaje no se limita al cuidado de otras personas, animales o plantas en tanto que seres vivos, sino que puede ser canalizado hacia la protección de un ecosistema, un una obra, un objeto, o cualquier lugar o cosa que despierte nuestro instinto protector.
A veces, nuestra necesidad emocional de protección, nutrición y cuidados, simbolizadas por la Luna, pueden no coincidir con nuestros deseos. Dicho de otra forma, en algunos casos es posible que lo que necesitamos y lo que queremos no sea lo mismo. Quizás queramos algo que no necesitamos o necesitamos algo que no queremos. El análisis de la Luna en la carta natal puede ayudarnos a clarificar cuáles son nuestras verdaderas necesidades. Elucidar esta cuestión no siempre es fácil, pero de forma muy general y considerando los cuatro elementos puede decirse que una persona con la Luna en un signo de Fuego (Aries, Leo, Sagitario) se sentirá nutrida y confortada emocionalmente con experiencias dinámicas y estimulantes, en un signo de Tierra (Tauro, Virgo, Capricornio) a través de la seguridad material y el compromiso, en un signo de Aire (Géminis, Libra, Acuario) con la comunicación y el intercambio de ideas con otras personas, y en un signo de Agua (Cáncer, Escorpio, Piscis) mediante vínculos sentimentales y empáticos.
La Luna también hace referencia al sentimiento que tenemos sobre nosotros mismos, a nuestra auto-imagen personal, es decir a cómo sentimos que los demás nos ven o a la imagen que creemos perciben de nosotros. Aquí no debe confundirse la personalidad que presentamos relacionada con el Ascendente, con la auto-imagen personal referida a la Luna que corresponde al sentimiento subjetivo de cómo creemos que los demás nos ven. Esta percepción subjetiva junto con la naturaleza emocional e instintiva de la Luna, tendrán una importante repercusión en cualquier relación que establezcamos y muy especialmente en nuestros vínculos afectivos e íntimos.
Un ejercicio interesante para tomar conciencia de las cualidades vinculadas a nuestra Luna es auto-observarnos cada mes durante el periodo que transita su signo natal. Al tener un ciclo de unos 28 días, la Luna permanece aproximadamente dos días y medio en cada signo activando los valores del signo transitado. En esos momentos que transita por encima de la posición que ocupa en nuestra carta natal, podemos ver con más claridad cómo reaccionamos, cómo buscamos nutrir y nutrirnos en el mundo, y también cómo tendemos a auto-protegernos ante las situaciones en que nos sentimos más vulnerables o amenazados.
Al igual que cualquier otro factor de la carta astral, el significado de la Luna debe interpretarse en el contexto global de su emplazamiento atendiendo a su posición por signo, casa, regencias y aspectos. No obstante, a modo introductorio podemos ver a continuación algunos significados de cómo una persona puede experimentar su Luna según el signo en que se encuentre.